martes, 10 de diciembre de 2013

"Breccia se reinventa todo el tiempo", entrevista a Juan Sasturain por Andrés Valenzuela en Página 12.


“Breccia se reinventa todo el tiempo”
La edición en un solo tomo de la obra realizada en conjunto es sólo uno de los motivos para celebrar en las librerías. Breccia, el Viejo es un recorrido imperdible por las charlas que Sasturain sostuvo con el dibujante en los ’80 y que atesoró en doce casetes.
 Por Andrés Valenzuela
Fue un 2013 intenso para Juan Sasturain: la cuarta temporada de su programa de tevé en Canal Encuentro (Continuará), haber sido declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, la reedición de una novela y la salida de otra (Dudoso
Noriega, recién llegada a las librerías) y, sobre todo, la publicación de dos trabajos que lo vinculan con uno de los historietistas más influyentes del siglo XX: Alberto “el Viejo” Breccia. El primero es la postergada reedición de los dos primeros volúmenes de Perramus reunidos en un único tomo, por Ediciones de la Flor. El segundo es la aparición de un libro de entrevistas con el Viejo, a 20 años de su partida. Breccia, el Viejo. Conversaciones con Juan Sasturain estuvo inédito durante casi tres décadas. Allí la charla entre ambos recorre toda la obra del dibujante y sus principales intereses: la infancia, el barrio, el tango, la política, la literatura y el arte. De ambos trabajos, de la década larga que compartió con el Maestro, Sasturain habla con mucho afecto.


“Eso fue en el otoño del ’86 u ’87, yo llevaba un tiempo ya con ganas de hacer un libro sobre él, una biografía”, recuerda Sasturain. Las grabaciones, de las que sobrevivieron unas doce horas escuchables en casetes de cinta, las hicieron en casa del dibujante, los fines de semana, cuando se juntaban a comer, o cuando el hombre iba de visita a lo de Sasturain, en San Andrés, para saludar a su compañero de trabajo y –por entonces– yerno. “Empezó como una cosa puramente biográfica, vinculada con la vocación, y por eso recorrimos todo su itinerario profesional; luego hicimos cortes por temas”, señala el escritor. “Pero como siempre te pasa con estas cosas, te hubiera gustado preguntar cosas que no preguntaste, y como yo estaba juntando datos para una biografía, por ahí me detuve mucho en el boludeo: con quién estaba en tal época, en qué año publicó tal cosa. Ganas de romper las bolas con la minucia.”
No toda la conversación sobrevivió al paso del tiempo. Todo el pasaje sobre Vito Nervio, por ejemplo, se perdió para siempre por un grabador sin las pilas de rigor. “En los ’90, el que se tomó el laburo de enano de desgrabar esas doce horas fue Mariano Buscaglia, el nieto de Alberto, que además es muy buen guionista”, cuenta el director de la revista Fierro. Luego él mismo repuso los apellidos que faltaban o no terminaban de entenderse en el audio de entrecasa. “Luego acomodé ciertos temas, para que quedara un poco más orgánico”, completa.
La edición que Colihue le dedica al libro está profusamente ilustrada gracias al trabajo documental de Gustavo Ferrari, coleccionista y especialista en la vasta obra del Viejo. “Hablamos de Mariquita Terremoto, y está, él habla de Puño blanco, y se ven las páginas, así también ves mucho el contexto de quienes lo rodeaban”, destaca Sasturain. El tomo, confía, será una fuente indispensable para redescubrir la obra de Breccia desde ángulos pasados por alto y con la perspectiva del tiempo a la vez que la de la totalidad. ¿Un adelanto? “La influencia del dibujo humorístico norteamericano es muy fuerte; él leía a todos los renovadores de los años ’30, porque además era lo que él quería hacer cuando empezó, todo eso le quedó latente durante años”, advierte, como para recordar que lo de Breccia no se circunscribía a las sombras de Mort Cinder, los horrores primordiales de Lovecraft y los experimentos plásticos que empleó en su obra más reconocida.
“Laburar con el Viejo era cómodo”, asegura Sasturain cuando se le pregunta por los casi diez años que compartieron trabajo por Perramus. “Contra lo que uno podría suponer, fue una experiencia cómoda, y desde luego enriquecedora”, porque cuando el Viejo le pidió que escribiera algo, su experiencia como guionista era nula. Lo único que Sasturain había hecho con la historieta hasta entonces era escribir sobre ella. “Por falta de aptitud o de vocación, tanto antes como después, lo que siempre me ha salido naturalmente fue la narración a secas, en palabras: pensar en imágenes cuesta un huevo”, se pone autocrítico. El Viejo fue paciente y no le marcaba más cosas que las que reclaman todos los dibujantes: menos palabras, más movimiento.
En Perramus, la dupla construyó un universo de referencias, tanto con la literatura como con la realidad sociopolítica. Así, Sasturain convirtió a Borges en uno de los protagonistas y Alberto solía poner rostros famosos en los personajes que escribía Juan. “Hay cosas que son de él y con las que yo no tengo nada que ver”, afirma, “por ejemplo, cuando en la figuración él usa al Gordo Troilo, o pone la cara de Ki-ssinger, o de Caputo al ministro, o la de José María Muñoz al relator del Mundial ’78, o la murga que dice Mataderos, todos esos anclajes son de Alberto”.
El Viejo Breccia, recuerda el columnista de Página/12, trabajaba en hojas grandes y gruesas. En ellas componía las páginas y hacía los lápices (“muy prolijos y precisos”, agrega) y luego entintaba a la aguada otras hojas en distintos tonos de gris que recortaba para luego armar las figuras. “Hacía unos originales sin globos, pero con los espacios para ellos, él no dibujaba los globos, pero ocupaba la totalidad del espacio, y cuando terminaba me chiflaba: ‘¿cuándo me traés el argumento?’, porque jamás usó la palabra guión, y yo iba y pasaba a máquina los diálogos, adaptando lo que hiciera falta al espacio.” Luego le tocaba al letrista incorporar todo. Breccia siempre le reclamaba a Sasturain. “Me corría él a mí, porque Alberto trabajaba siempre, le gustaba mucho, y lo hacía con energía y placer, siempre con luz de día”.
–Quienes lo tuvieron como docente cuentan que era muy bravo.
–Eso sí. Porque tenía conceptos muy fuertes y muy claros, eso es algo que aparece claramente en las charlas. También tenía vocación docente. El, que fue autodidacta, que se armó su método solo, que lo hizo mirando a los maestros más lo que le dijo en una tarde (Dante) Quinterno, más lo que espió mirando a (Will) Eisner y a (Milton) Caniff, y lo que aprendió en otro lado de la Escuela Americana de Arte, la original de Alex Raymond, de la cual después deriva la Panamericana de acá. Pero después construyó su propia manera de dibujar, su propia forma de relatar y lo convirtió en una manera de enseñar. Eso fue el resultado de un autodidacta y observador.
–Hay desvíos en el desarrollo de su obra.
–Uno creía que había cierta coquetería cuando él decía “bueno, yo quería hacer esto y terminé haciendo...”, pero es tal cual él lo dice. Vos ves en el reportaje y en los dibujos la impericia original. El tipo empezó copiando, llevó a La Razón y le pidieron una tira de aventuras, y él, que nunca la había hecho, va y copia algunas cositas y la presenta, y así entró a laburar. Ahí ves cómo fue haciendo su oficio a partir de ensayo y error, cómo fue aprendiendo mientras labura. Eso es muy, pero muy lindo de ver en Alberto. Entonces cuando a partir de fines de los ’50 aparece cierto dibujo caricaturesco, eso en verdad está desde el principio. Quedó latente y aparece cuando él empieza a concederse permisos, libertades.
–Usted distingue tres saltos en la obra de Breccia.
-El primero es cuando va a Patoruzito y Dante Quinterno lo sienta a explicarle las reglas mínimas del relato. Hasta entonces era un dibujante que resolvía cuadrito por cuadrito. Es bueno, pero no sabe contar todavía. Ese es el primer salto. El segundo es cuando se encuentra con Oesterheld y hacen la obra que lleva a Mort Cinder. Pero este segundo estímulo fuerte le llega casi a los 40 años, cuando encuentra que puede laburar como quiere e inventa la secuencia con un guión que se lo permite. Y el tercer salto es cuando directamente elige él qué va a hacer, y ya es un hombre de 50 años. Ahí se harta de la historieta y vuelve cuando el estímulo externo está porque lo valoran. Eso le pasa en los ’70 cuando empieza a hacer adaptaciones que él elige. El Lovecraft lo elige él porque tiene el estímulo de alguien que le dice “maestro, lo hemos descubierto, hemos visto Mort Cinder, ¡qué bueno!” y eso le abre las puertas de Europa. Y a partir de él elige qué hacer y lo hace con amor y con fervor. Eso es lo notable de Alberto, él se reinventa todo el tiempo. Eso es lo que lo distingue del resto. Es muy raro eso.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Presentación de "Breccia, el viejo. Conversaciones con Juan Sasturain", Jueves 12 de diciembre a las 19 hs en la Libreria Hernandez


Ediciones Colihue tiene el agrado de invitar a usted a la presentación del libro"Breccia, el viejo. Conversaciones con Juan Sasturain" de Juan Sasturain
Participarán:Juan Sasturain,Mariano Buscaglia,Héctor Sanguiliano “Sanyú”,Gustavo Adrián Ferrari
12 de Diciembre - 19:00 hsLibrería Hernández - Corrientes 1436 - C.A.B.A.
"Breccia el Viejo" repasa la trayectoria del maestro Alberto Breccia: su infancia, los inicios en el dibujo, sus influencias, el trabajo con las grandes revistas, colecciones y editoriales, sus personajes más memorables, la relación con otros dibujantes, sussociedades con grandes guionistas, la experiencia europea, sus intereses y afinidades, la vida cotidiana.Cierra el libro una bibliografía que detalla su producción década a década.
“No corresponde que intente explicar quién fue Alberto Breccia y porqué vale la pena enterarse de qué hizo y qué pensaba de su vida, desu trabajo y de muchas otras cosas. Me tocó y me gustó escribir yopinar sobre él varias veces, sólo para coincidir con gente muchomás capaz que yo a la hora de definirlo: el Viejo Brecciano sólo fue uno de los dibujantes de historietas más importantes delmundo. Fue ungenio, alguien que rompió el molde. Pero además, o sobre todo, fueuna persona entera, que se hizo increíblemente solo y de una pieza,con perfiles definidos, derecho, honesto, tierno y cabrón, queribley difícil, un personaje único. Absolutamente inolvidable.El Viejo revolucionó los medios expresivos y el sentido mismo de lahistorieta como soporte, como instrumento narrativo. Es decir: hizo(se animó a) cosas que nadie había hecho antes. Y las hizomaravillosamente bien”.Juan Sasturain

jueves, 5 de diciembre de 2013

Un adelanto de "Breccia, el Viejo. Conversaciones con Juan Sasturain"

En pocos días Ediciones Colihue va a publicar en Argentina el esperado libro "Breccia, el Viejo. Conversaciones con Juan Sasturain". Hace mucho tiempo que Juan me convocó a ser parte del mismo, encargándome
de la lectura inicial, la selección de imágenes que acompañan a la entrevista y el armado de una bibliografía de la obra de Breccia. Más de un año de trabajo, sumergido de lleno en el mundo brecciano, con ayuda de Mariano Buscaglia, su nieto, quien proporcionó imagenes, dibujos inéditos y fotos del archivo familiar; Latino Imparato, quien nos envió fotos de Breccia en sus viajes europeos; y de Sanyú, que se encargó del diseño gráfico del libro.

A modo de adelanto exclusivo, y para matar un poco la ansiedad (vaya el agradecimiento a Juan por permitirme subir esto), les comparto uno de los capitulos del libro.

Oficios de supervivencia

Era un momento muy complicado, porque mi mujer estaba muy enferma. Pero un día me encuentro en el subterráneo con la señora de Sagrera, que me dice: “Nosotros pensábamos que usted estaba en Europa”.
Siempre piensan que vos estás en Europa...
No sé por qué... Entonces viene Sagrera acá y me propone lo de Mis deberes, una revista didáctica, que me salva durante años.
Y ahí es cuando comienza a trabajar Enrique, que era un nene...
Ahí trabaja Enrique por su cuenta, él hace lo suyo. 
¿Qué tendría: 19, 20 años?
Claro, él hace láminas. Hacemos todos Mis deberes, que son como ciento y pico de láminas.
Varios años de trabajo..
Incluso hasta después de la muerte de Neli, cuando hice unos últimos dibujos, me va salvando eso.
¿Neli cuándo muere?
En marzo del 66. Y para entonces ya había entrado en Billiken a hacer láminas también.
Todo dibujo didáctico.
Sí, y cada episodio argentino, por ejemplo, lo hacía de una manera para Billiken y de otra manera para Mis deberes. Todas versiones distintas del mismo tema. Hice también la Historia Argentina, que me ayudó a pagar el tratamiento de la enfermedad.
¿Y eso para quién?
Para Mayochi.
Era un libro, ¿no?
Era un libro, muy bien pago, ¿eh?
Y además de eso, ¿qué más hicieron para Mayochi?
Después hicimos La historia de Chile y La vida de Evita.
Pero eso es historieta...
Sí, pero no. Es un dibujo y una función didáctica, no una cosa expresiva... Yo pensaba no hacer más historieta.
Pero seguiste haciendo, para Chile.
Es que Héctor se fue a Santiago y vino con un proyecto de revistas infantiles, en que haríamos todo acá...
Y vos una vez más te anotaste...
Yo, una vez más, me anoto. Y la primera vez trae un montón de guita. Yo hacía una historieta que se llamaba El Mescalero...
¿La viste publicada alguna vez?
No, no me interesaba.
¿Los originales?
Tampoco, los perdí.
¿Era de cowboys?
Sí.
Debe haber salido...
Supongo que sí. Hice dos, pero terminó todo mal. Para el segundo número de la revista, Héctor le pide la plata al hijo de Bayón para irse a Chile, porque el hijo de Bayón era el diagramador de la revista. Cuando vuelve dice que no pagaron, que la revista no va a salir más. Pero posteriormente, yo voy a Chile, por La Historia de Chile y me voy a averiguar bien todo y me dijeron: “Sí, acá están los recibos y cobró bien todo...” En fin...
¿No te acordás cómo se llamaba la revista? Eso me gustaría verlo a mí.
No me acuerdo...
Héctor trabajó igualmente bastante tiempo para los chilenos. También él andaba en la malaria en esa época.
Héctor estaba en la mala.
En esa misma época, o un poco antes, en el 63, es cuando reedita los libritos del Sargento Kirk y de Bull Rockett, sin ponerle los nombres de los personajes en la tapa y hay ilustraciones de Lalia, de Zoppi, de Di Benedetto, de Haupt,  de Lalia.
Sí, sí. Ya estaba todo para el diablo, ahí. Ya estábamos todos medio naufragados...
Y hay otro proyecto de él en que vos colaborás. La revistita Géminis, del año 66.
Yo hago una tapa o dos y Enrique las ilustraciones. Pero eran todas cositas de dos mangos, de cinco pesos. Era trabajar por nada. Era el trabajo de tipos muertos de hambre.